Sí, las herramientas de comunicación digital pueden provocar desórdenes psicológicos, y la dieta del chocolate es una despiadada mentira. Pero la buena noticia es que todo (o casi todo) en esta vida se puede consumir, eso sí, de manera moderada y responsable.
Antes de tratar temas patológicos, lo mejor será que empecemos aclarando el significado de “salud”.
Según la definición que ofrece la Organización Mundial de la Salud:“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”
Además, estos ámbitos están íntimamente correlacionados. Y es que un problema social puede ser el desencadenante de uno mental y éste dar lugar a un fenómeno psicosomático que derive en lesiones fisiológicas, como pueden ser náuseas, mareos o, si el malestar es muy grave, úlceras pépticas. Parece imposible llegar tan lejos, al menos, con aplicaciones como TokApp, pero como más vale prevenir, en este artículo exploraremos los problemas más frecuentes.
Cibercondría
El que más y el que menos hemos ido alguna vez al trabajo sin pegar ojo por pensar que esa noche iba a ser la última. Así es como se manifiesta la cibercondría: la hipocondría que surge de la costumbre de autodiagnosticarnos consultando nuestros síntomas en Google en lugar de en un centro médico. Puede resultar gracioso que una persona se presente en el área de urgencias del hospital contando que le va a dar una aneurisma cerebral porque se le ha dormido la mano, pero éste es sin duda un trastorno muy serio que demasiadas veces requiere tratamiento farmacológico con ansiolíticos o terapias para controlar los ataques de pánico.
Para no acabar “cibercondríaco”, además de reducir este tipo de búsquedas, hay que tener cuenta que los primeros resultados que ofrece Google siempre son las páginas que más impresionan a los internautas (las que han sido más vistas y compartidas) y no necesariamente hacen referencia a los sucesos más frecuentes. De hecho, si ponemos en el buscador, por ejemplo, “accidente de tráfico” la primera imagen que se muestra es la de un coche completamente destrozado, y en realidad, en la mayoría de las colisiones los daños ocasionados a los vehículos son mínimos. Con las enfermedades, pasa lo mismo.
Nomofobia
Si por poco te echas a llorar mientras rebuscabas desconsolada el móvil en el bolso y no aparecía porque, como siempre, lo tenías en la otra mano, casi con toda probabilidad estás afectada por la nomofobia. Pero esa no es la única forma que esta afección puede tomar: también la tienes si sientes un intenso estrés cuando te quedas sin cobertura, olvidas el móvil en casa, o peor, se te agota la batería, una verdadera catásfrofe para el nomofóbico.
La dependencia a estos dispositivos ha provocado que al menos la mitad de la población padezca este desasosiego. Son más vulnerables a sufrirlo las mujeres dado que, según los expertos, su esquema cerebral les dota de una necesidad comunicativa y afectiva mayor que la de ellos. También se produce un pico de incidencia en los adolescentes. No obstante, como en todo proceso adictivo, cualquier persona insegura y con baja autoestima se convierte en un blanco fácil. En cuanto a sus síntomas, pueden abarcar la ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza o de estómago, según el grado.
Síndrome de la llamada fantasma
- ¿Eso que ha sonado ha sido mi móvil?
- ¿El qué? Yo no he oído nada.
- ¡Eso!
- ¿Te refieres a la tele?
- …
Típico caso de manual. No sería extraño que algunos lo escucharan hasta en sueños, a fin de cuentas, es seguramente lo último que vemos antes de dormir y lo primero que cogemos al despertar. Y todavía sorprende más, si cabe, la cantidad de gente que es incapaz de apagarlo tan solo durante las horas de descanso. Con este síndrome sentir una vibración en el bolsillo del pantalón es posible tanto cuando el móvil no ha recibido ninguna llamada, como cuando el móvil ni siquiera se lleva encima.
El porcentaje de afectados alcanza nada menos que el 80%. Y pese a que está catalogado como una alucinación, se cree que es una consecuencia de una sobreestimulación del sistema neurológico, que hace que descienda nuestro umbral de detección de señales. Este umbral viene determinado por múltiples factores y es el responsable de que, por ejemplo, un soldado en tiempo de guerra perciba estímulos más débiles que si el mismo se encontrara en territorio de paz. Extrapolado a la telefonía móvil, nuestra sensación de frustración cuando perdemos una llamada explicaría que, para evitarlo, inconscientemente nos pusiéramos en un estado de tan elevada alerta que nos haga caer en una ilusión.
Phubbing
Aquí los que soportan la pesada carga del phubbing no son los que lo presentan, sino más bien los que están con él. Es más, los primeros, igual ni lo notan.
Formado a partir de las palabras inglesas “phone” y “snubbing” (desprecio), este grosero hábito consiste en ignorar a quien nos acompaña por no poder dejar de prestar atención al teléfono, y desgraciadamente lo inusual es no convivir con él, ya que solo entre los adolescentes aqueja de manera masiva al 90%. Comenzó a extenderse entorno al año 2007, y ahora en Estados Unidos son cada vez más las plataformas virtuales que lanzan campañas de advertencia para combatirlo, sin embargo, por el momento no se han logrado mejoras significativas.
¿También te pasa como a Cole con TokApp?