Reflexiones en el Día de la Bicicleta: ¿Y si hubiera más bicis que coches?

“Lo que no ven es, que encima de una bicicleta, hay una persona”

 

Ese fue el mensaje con el que Salvador Pruaño apelaba a nuestra conciencia en “58 almas ciclistas”, la iniciativa presentada por el Ministerio del Interior y la DGT hace hoy un año, en el Día Mundial de la Bicicleta. Y tenía razón.

La carretera es un territorio dominado por conductores, y los ciclistas, son sus forasteros. O al menos, así es como a veces nos sentimos cuando circulamos en bicicleta. Como si esa línea blanca pintada en la carretera que señaliza el arcén no marcara solo el límite de la calzada, sino también una frontera que separa a los unos y los otros. Una división ilusoria, pero que genera una disociación emocional que hace que perdamos la capacidad de empatizar entre nosotros.. Para entenderlo mejor: la disociación emocional explica, por ejemplo, por qué en España un perro puede llegar a ser parte de la familia, mientras que en China el perro solo es parte del menú.

En el lugar del ciclista

Según Ian Walker, psicólogo especializado en siniestralidad vial de la Universidad de Bath, Inglaterra, cuantos más ciclistas hay, más probable es que los respetemos. Y en aquellos países en que los ciclistas suponen un mínimo porcentaje de la población, hay una tendencia a deshumanizarlos. El tráfico, a fin de cuentas, como la educación, como la moda, como la música, como el cine… y en resumen, como casi todo, está democratizado. Si la mayoría requiriésemos de una silla de ruedas para desplazarnos, todos los edificios contarían con rampas y ascensores. Pero para que se produzcan grandes cambios, tiene que haber una gran demanda, y para que haya una gran demanda, la necesidad tiene que estar muy extendida.

Ahora el mundo está cambiando. La globalización nos ha puesto a todos en contacto (bueno, TokApp también ha tenido un poquito que ver…) dándonos la oportunidad de conocer una diversidad que antes no teníamos presente, y es posible que, en un futuro, la diversificación se imponga a la democratización. Entonces dejará de haber tantas hamburgueserías para dejar hueco a más restaurantes vegetarianos y los españoles dispondremos de una amplia red de carriles bici para salir a pedalear.

 Pero, ¿y si le diésemos la vuelta?

Imagínate que invertimos la situación y que de pronto son los coches la minoría. No nos referimos a Amsterdam, sino a que hiciésemos que los carriles bici pasasen a ser las carreteras, y las carreteras, se convirtieran en unos pocos “carriles coche”.  Los conductores irían por el arcén y al disponer de un espacio tan pequeño para desplazarse, tendrían el mismo miedo que los ciclistas a suponer un estorbo en la circulación. Ese agobio que sentimos cuando estamos apurados y tenemos que reducir la velocidad para adelantar a un ciclista se sustituiría por  “De verdad, ¡qué agobio! Los coches siempre atosigando, ¡así no se puede circular!”. Y la película de Cars sería reemplazada por la de Bikes (ahí queda eso, Disney). Parece una utopía, pero en realidad, no importa si vamos en coche o en bicicleta, todos somos de algún modo conductores. Así que solo es cuestión de entendernos a nosotros mismos.

 

Igual no es mala idea probar ese intercambio de papeles con los ciclistas. Nosotros hoy vamos a darnos una vuelta en nuestro velocípedo, que, a fin de cuentas, está de cumple. Si quieres, puedes apuntarte, ¡en la carretera hay sitio para todos!